viernes, 4 de mayo de 2012


EN LA HISTORIA DE NUESTROS DÍAS

 Por:  Pilar Puerto Vogelman                 Claudía Atehortúa             César Molina

¿Medellín? Medellín es una chimba!  Dice la gente mientras la siente, mientras se ve caminar entre calles y viento, las calles de la capital, esta capital nuestra de la que tanto nos enorgullecemos.

La ciudad de la eterna primavera, así suelen llamar a este pedazo de tierra que ha dado satisfacciones, que llena a las personas de orgullo y de nostalgia cuando se habla de ella con el corazón, cuando se toca la madre patria que no es Colombia sino el gentilicio de ser Paisa.
Por las calles de esta ciudad aventuramos nuestras ideas a enfrentarse con un monstro de muchas cabezas, tantas que no se pueden contar con los dedos. Somos testigo de la fidelidad de sus habitantes que defienden a capa y espada su proveniencia, como si el nombre de Medellín fuera el orgullo más grande sobre la faz de la tierra. Y es que lo es, lo es porque acá se ha creado cultura, se han creado espacios de esparcimiento, se han creado oportunidades y porque lejos de la realidad que viven muchos, se intenta reconstruir la palabra tranquilidad y armonía.

La ciudad crece a pasos gigantes ya la gente lo nota, sabe que la capital antioqueña ya no es la de antes, sabe que ante una historia labrada con sangre crece una potencia que inciertamente comparte destino.

No es testigo aquel que la ve creer entre montañas, que la ve modernizarse y lucir su nuevo traje, es testigo todo aquel que la vive de pies a cabeza, que nació de sus laderas y valles, que ha recorrido sus interminables calles, que conoce su ambiente y su gente, que la goza en todo su entorno, como si fuera una sola, porque para algunos habitantes, Medellín es única.
A veces creemos que las verdaderas respuestas puedan estar en lo que leemos de la ciudad, en lo que percibimos de ella, pero esta vez nos hemos aventurado a conocer el nuevo vestido de la ciudad, eso que es desconocido, que todos ven pero que nadie cree, que ni nosotros creemos.

Esa es Medellín de antes la que vio crecer a Botero, la que canta al ritmo de Juanes, la que nació con las historias de Tulio Ospina; esa, ahora no es recordada por sus ilustres personajes, ni por tu amor al conservar épocas, ni por la ilusión de mantener viva la fe,  sino por la contribución a la nueva arquitectura que baña a la ciudad de las flores, a la nueva contribución del hombre en la mano y obra, en la elaboración casi detallada de una perfecta combinación entre satisfacción e indignación, porque acá ya nadie sabe de dónde es ni pa donde va, esta ya no es la mejor capital, todo se concierte relativo, todo pesa según su proveniencia.

En esa mañana cualquiera, en la que uno se acostumbra a levantar tarde, es un buen día para romper la rutina. La intensión de saber que motiva la el desarrollo de la ciudad en su estructura arquitectónica es quizás la base fundamental para creer que el lugar propicio no es el que se enfrenta a cambio mediáticos, sino a cambios positivos y en gran medida de un alcance intenso, porque de eso quiere nutrirse el pueblo. No hay nada más cautivante que persuadir el Alma Mater en su labor educativa, para saber cuáles son los perfiles que persuadirán la necesidad de la gente con nuevas alternativas de vida.

Allá en ese lugar estuvimos, la UNAL, surgió una labor noticiosa bastante particular que nos entregaba testimonios  diferentes sobre la ciudad, esa que tanto suelen amar los que viven en ella, los que idolatran sus parques y sus figurativas, armoniosas y constantes edificaciones. Era la facultad de Arquitectura, claro, tenía que ser el corazón de la palabra quien justificara sus actos en medio de una discusión liberal.

Todos estaban de acuerdo con que la labor arquitectónica de Medellín era vaga y no conseguía más que dividir la ciudad, de enriquecer la falta de riqueza y que en medio de tan importante labor de crecimiento, se estaba formando el clásico sin sabor que se mete en el olvido de la gente.

No era solo saber lo que pasaba en la mente de los que probablemente cambien el futuro de esta tierra, era también evidenciar y plasmar la ciudad, conocer su fuente de tarde y su fuente de noche, tendríamos que excusar la tradición de perdonar al que hace daño, para interrogar su accionar, pues es de esta capital en la que seguramente veo mi nombre mi acento y mi raza plasmados el miedo abunda y no precisamente el miedo por habitarla. La noche nos cobijó son la lluvia y nos mostró ese lado sorprendente que nos hace ver grandes.

Es esa labor, hizo percibir un contraste diferente entre tanta construcción que mantiene la época colonial y antigua, pidió entregar un pedazo de alma, a eso, la estructura que rompe los esquemas. Ese el desdibuje de una tradición y el presente de una necesidad lo que termina por limitar el espacio y la vida como sentido prioritario, pues mientras algunos encuentran en el dormir mundo la felicidad, otros gozan de un porvenir que diferencia clases.

Terminando el trabajo de reportería dentro de un conjunto se sinsabores, vivimos la ciudad como nunca, al desnudo, como solo ella pudo mostrarse en la cara más amable. Alguien lloraba de tristeza, sabía que en ese recorrido tendríamos la desventaja de evidenciar el trabajo de otros, de adueñarse de lo ajeno, no quedaba más que seguir el camino que sigilosamente marcaríamos hasta llegar a nuestro hogar.

Allá, allá en la montaña, allá cerquita del río nació en noches de luna bajos las estrellas tu querer y el mío” dice la canción, ese bambuco que escuchándolo en nuestra tierra, nos pone a suspirar, nosotros lo hicimos, porque mientras descubríamos el verdadero sentido de ese valle dibujado de edificios gigantes nos enamoramos, creímos que mientras exista el equilibrio entre una buena vida y el querer mejorar, siempre hay oportunidades de vida, así vemos a Medellín, así vivimos a Medellín.

Ahora, es este tiempo nos preocupamos por entrar en razón, por simplemente dictaminar sin razonar, pero siempre hay intención de mejorar,  de querer  avanzar. La historia de esta ciudad, se escribe bajo un cielo azul, bajo un clima inexplicable, esta capital que crece a pasos de gigante reforma su estructura y su arquitectura en una mezcla entre el pasado y el futuro, entre lo que eran y lo que somos, entre lo que probablemente quedará grabado en LA HISTORIA DE NUESTROS DÍAS.

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